Avilés Fabila. HonorÃsimo
Aquà estamos todos sus amigos que lo amamos. Digo, es un decir, porque llenarÃamos la Plaza de la Unión de Guanajuato, al pie de la Virgen de Ãdem, para decirle cuánto lo queremos y lo extrañamos. Por lo menos yo no pasa un dÃa del año en que no lo evoque y a veces varias, desde la pizca de la primera tonada de la copa de tequila en que descubro de a seis que tengo enfrente un ramo de flores de muerto. También es un decir porque René Avilés Fabila no tiene nada de eso, es, fue y será un muchacho joven, guapo, moreno, entrón, seductor, limpio como el trigo, recién bañado y escrito la palabra fin en una novela que perpetró por la noche antes del ¡salud! de rigor. Mis muertos son muy selectos y amorosos y ha de ser por eso que los extraño tanto. DÃgalo si no René que se murió dejándome hablando sola. Lo homenajeamos y seguiremos hasta que nos petatiemos nosotros. René, José Carlos Becerra, Ernesto de la Peña, Eduardo Césarman, Héctor Azar, mi hermano El Códice Mendocino, Carlos Fuentes, Gabo, mi esposo el Picos, mis perritos idos tras Xavier mi hermano a partir de la Flapper, el Dick y Lord Koechel, y tantos dulces amores. No puedo seguir en ese camino porque hoy se trata de acordarnos de René solamente, de sus libros mágicos, uno tras otro, sus casas llenas de amigos fantásticos, de comilonas que su excepcional mujer la modelo de Modigliani, doña Rosario ordenaba como quÃtame esas pajas (yo que no sé hacer ni un taco de sal), de René y su valentÃa para encarar a los potentados soberbios con su pura dignidad... y ya nos llevaba a Veracruz a una conferencia, o a Toluca, o a Xalapa Ya he contado que nos conocimos medio mal porque él y José AgustÃn estaban en una fiesta de Enrique RamÃrez y RamÃrez que era mi director en El DÃa, acabadito de fundar, y todos bebÃamos y todavÃa fumábamos cuando en medio de una plática sabrosÃsima me surgió lo mamona y les dije a ambos que no se refirieran a mà como "China" sino como MarÃa Luisa pues China sólo me decÃan mis amigos... Me quedé muy tranquila como fresa de Irapuato y los dos estupefactos dispuestos a hundirme con el veneno registrado que solÃan traer en la faltriquera. Nunca supe a lo que me expuse pero varias veces por copiar a mis amigas pesadas como el plomo me quedé en despoblado inerme y sola... Creo que sigo. A mà no me van los desplantes, parezco fiera de la selva pero soy buena como el pan de Salvatierra como lo fue René.
Era como el sol de Celaya, como el agua fresca de Silao, como la cecina de Santa Rosa, como la crema de San Miguel Allende, como los caballos de allá mesmo. Siempre quise escribir una novela a la limón con él por fresco, ácido y calmador de la sed, pero no se me hizo, su trabajo empezaba al amanecer -textual- y a las 8 de la mañana ya estaba dando clase. En la madrugada subÃa de la biblioteca y todavÃa lo Esperaba Rosario Modi para preguntarle qué necesitaba. Nunca he conocido a nadie tan bien amado, si yo hubiera tenido a un compañero asÃ, que me cubriera con su manto protector, se riera a carcajadas con mis salidas sin frenos, desorbitadas y maravillosas, yo hubiera sido en la juventud muy feliz. No lo fui, y ahora sà que a estas alturas del partido (textual) ni lo intento, lo más a lo que llego es a ver a un montón de locos en pañales cantándole a las harechristmas al anochecer... lo malo es que ya ni siquiera me puedo parar a aplaudirles sus sandeces porque caminar se ha vuelto un viacrucis. Siempre también desee ir a Guadalajara a la Feria del Libro, que ahora que me invitaron él ya no está y yo no estoy para esos trotes.... Lo que fui ¿qué fui? Una buena promesa de la escritura, una escritora lograda, sostenida por Rubén, ni hablar, el único en hacerme caso, diciéndome que yo podÃa... y era, y seguirÃa siendo. Pero se murió. Alguien vino y le apagó la luz, simplemente ... estaba en la mitad de una novela que en ese minuto de su vida decidÃa que la heroÃna iba a morir de a mentiras, yo al fin serÃa feliz, como si se hubieran pelado todas las heroÃnas de sus novelas múltiples a las cuales odié cual debe de ser y fue como todas las damas de las grandes novelas sustentos de mi vida (la heroÃna más aborrecida por mÃ, lectora, es Odette, la bribona de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, y lo nombro, amadÃsimo René, en tu honor honorÃsimo.
marialuisachinamendoza@yahoo.es