Poemas
Ojos Verdes
En el libro: Plural Vagabundo versión 19.52. Abril 2011
Se inquieta el corazón en la zozobra,
esta noche, en que paciente el mar te vence.
Refrena cauto el horizonte mientras tus marmóreos muslos
beben la luz etérea de mi alma sedienta. /
OlvÃdanse reclamos áridos e infaustos,
mi aliento permea impúdico el talle de tu cuello, hermoso;
y te entregas en las voluptuosas horas
del continuo escalar la cumbre de tu cuerpo. /
Recorro tu vientre en los puntos cardinales donde me quedo quieto,
en esos labios de Venus, de tu cálido sexo.
Tersa es la piel de los brazos en que me subyugas,
y me atas a ti, como lasciva red de bocas ansiosas. /
Esta noche no más mujeriego impenitente,
el amante ocasional de tan espléndida belleza.
Hoy refrendas en mi ser tentación, concupiscencia. /
Me deleito, al florecer de la mañana, de tu rubia exquisitez,
de mirar tus ojos verdes, de saber, de admitir que estás en mÃ,
una y otra vez, asÃ, cuando te siento. /
CALEIDOSCOPIO
La vida.
Inobjetable saeta,
carrusel en que nos vamos.
Hembra puberta y dispuesta,
hurgando tiempo a las manos.
Gorrión de cantos y estrofas,
danzas que inventan las notas;
cuerpos callando silencio,
alma y poemas perversos.
Quietos sonidos brillando
a contraritmo exquisito;
pausado miedo a lo fijo,
vehemente pozo infinito.
Caleidoscopio frecuente,
recuerdos llanos distantes;
docena de amores fugados,
reflejo acorde a lo errado.
Himno llorado a tristeza, ¡ay!,
devenir de los hombres;
inverosÃmil bonanza,
jardines limpios de herrumbre.
Brindis de elixir colmado
por el plantar de los verbos;
fiel transpirar a lo amado,
fastuo réquiem por el vuelo.
AMANECER
Despertar en ti, otra vez...
Inmerso en tu alma,
en el amanecer... de tus ojos,
de mà mismo,
en las formas perfectas
de tu erudita belleza...
HUMANIDAD
El amor y la vida.
El silencio y el alma.
Los afanes del tiempo.
Ceremonias que pasan.
¡Ah!, humanidad perdida,
en la insolente brecha de tus dÃas gloriados;
obscuridad obscena, bestia depredadora.
Sinrazón escabrosa de piel madura,
miseria es vuestra ruindad, hiena ruin;
repudio a tu ignominia
como los sueños que atrapa la Luna,
que acuciosa infiel se yergue agazapada
tras la presa fácil que no mira más distante.
¿Cómo desharás viejo camino, las historias repetidas,
sudor de los engreÃdos?
¿Dónde abrevarán la paz esos hombres y sus llantos?
¿Cuántas manos más conllevarán tus penas?
¿Cuántas de ellas errarán hambrientas las miradas
de tus hijos?
¡Ay!, humanidad entera, ¿a dónde vas?
Ninguna sombra fugaz de amor te espera.
Inimaginadas horas de dolor surcarán tus horas
y te poseerán hambrientas,
como la noche devora para siempre la luz en las pupilas.
AsÃ, ávidas flores marchitas, se entregarán ansiosas a ti.
Lamentos reverberan allá, en el eco de las almas duras,
tal la roca del desierto en el medio morir abrupto,
avasallado sin distingos;
en tanto hordas festivas mascaradas bailan
sin dilación sobre manecillas totales,
atemporales, dueñas de sus bailes.
Anteayer, apenas niña jugando a distraer la vida,
acuciosa, circundante;
tomada idÃlica de la mano en caricias inocentes;
hoy, ya ni siquiera amantes locos, de esos que guardan veneno
y se esconden temerosos unos con otros, a la espera del amanecer,
que no regresará porque se fue, se fue pa' siempre...
Humanidad, perdida, finita; cuánta tristeza por ti, en la memoria.