Diluvios
Primeras quimeras
Evitando la bruma y el frÃo de la lluvia, pasaban los dÃas bajo cubierta haciendo lo que tanto les placÃa:
—Para mañana chuletas de pegaso, después pechugas de ave roc —decÃa Noé a su esposa, mientras descarnaba a diente limpio unas costillas de unicornio.
Exclusividad
Agobiado por el celaje y el vendaval, pasaba los dÃas bajo cubierta haciendo lo que tanto le placÃa:
—Después de esto, verás lo que pagarán por una simple pareja de chanchos —comentaba Noé a su esposa, mientras manejaba el ábaco con maestrÃa.
In memoriam
Cae la lluvia. El monótono sonido del meteoro divino es un arrullo en todos los recovecos.
El goteo cesa, silencio total en la techumbre del arca. Los primeros en abandonar la nave, la pareja de muningos; enormes roedores verdes, saltaron por la borda buscando tierra. Murieron sin remedio; la barcaza sólo pasaba debajo de un claro en la tormenta.
Herederas de estirpe, las ratas repiten el acto en alta mar al menor signo de alarma.
Interrogante o necedad ancestral.
Cuando diluvió, ¿el dinosaurio estaba ah�
Divina vacuna
Por mandato celestial fueron excluidos del arca: virus, bacterias y demás microseres vivos. Noé, atosigado por la bruma y el frÃo de la lluvia incesante, se mantenÃa a cubierta meditando. Preocupado por saber si en verdad los navegantes estaban libres de microbios y de sus males, preguntó:
—Yahvé, padre mÃo, ¿en verdad vamos libres de ellos?
—ConfÃa hijo, nunca los padecerán en el futuro… mas, si aparecen, será por obra de los evolucionistas.
De lluvia, ocios y ausencias
ChirrÃa una y otra vez el catre de Noé. Todas las parejas copulan para perpetuar su especie. Sólo la esposa de Noé, irritada por la frÃa lluvia continua, pasa las tardes y las noches bajo cubierta rumiando amarguras.
—También nosotros peligramos como especie — le decÃa—, y tú sólo comes y haces cálculos financieros.
El catre de Noé, vacÃo, chirrÃa por el vaivén del oleaje.