06-03-2012
El dÃa especial
Autor: DALILA FRAGOSO TEJAS
La tÃa Nena salÃa en las mañanas antes de que rayara el astro rey. No importaba que fuera verano o invierno, a veces por el cambio de horario y otras porque el sol estaba muy lejos. HabÃa dÃas en que se sentÃa muy fuera de sÃ, parecÃa que el mundo estaba en su contra y que llevaba su vida a las patadas. Ese en particular era un dÃa de esos. En el camino, un taxi se le cerró, mas tarde el chofer de una camioneta particular le pinto huevos porque una cuadra antes ella prendió sus direccionales y se pasó al carril de baja por donde iba la camioneta, el de la camioneta querÃa ir más rápido y rebasar, lo cual hizo después de insultarla.
Era un modelo antiguo, desde que lo vio se prometió que iba a ser suyo, pasaron tres años antes de que eso sucediera, pero finalmente hicieron buena mancuerna, claro que con algunas modificaciones, la caja de velocidades, el motor, una pintadita, y mucho amor de su parte. En realidad ese negro modelo 89 apreciaba a la tÃa Nena.
Lo conoció a través de sus métodos raros, la tecnologÃa al servicio de los sentimientos, asà era la tÃa Nena. Se vieron por primera vez en un café de franquicia, donde la comida era verdaderamente asquerosa, pero ese dÃa el sándwich le supo a gloria y las papas tenÃan un sabor especial. Él le dijo que las cocinaban con knor suiza, a ella le gustaron.
Cuando llegaba al colegio la tÃa Nena se transformaba y se le olvidaban por completo sus traumas con los otros colegas del volante. También se le olvidaba que se sentÃa terriblemente fea, se le olvidaba que sentÃa tener una panza de vaca y que su cuerpo no era el que más le hubiera agradado para ella, -aunque se los digo yo, era realmente atractiva- se le olvidaba que cada dÃa que pasaba se sentÃa más fuera de lugar, más vieja, menos oportuna en esta vida. Se le olvidaba que sufrÃa de hambre y sed, porque preferÃa cumplir con los horarios de los demás que sentarse a comer o tomarse tranquilamente un agua, que tenÃa sueño por desmañanarse o por dormirse muy tarde ordenando su trabajo, se le olvidaban las presiones, su familia, sus sueños, sus otras obligaciones, se le olvidaba todo, y se entregaba al arte de estar frente a sus muchachos, esos adolescentes que a pesar de que eran muchos y que algunos de ellos debieron ser realmente intolerables, nunca tuvo malos sentimientos con ninguno, tal vez no los amaba a todos, pero siempre los apreció y cada uno tenÃa un lugar especial en su corazón y en su tiempo, aun cuando algunos la odiaran.
El negro fue el coche en el que aprendió a manejar, le pareció siempre un instrumento delicado, aprendió la fuerza que necesitaba para acelerarlo, para frenarlo, la respuesta que obtenÃa a cada movimiento, supo reconocer cada ruido, cada ronroneo, y siempre que sentÃa que algo no estaba bien, -algo no estaba bien-. Nunca manejó otro coche, por lo que nunca supo comparar el suyo.
El era un hombre delgado, de apariencia tierna, varonil, muy tranquilo y muy precavido. El le dijo antes de conocerla personalmente, que encontrar una mujer que valiera la pena, era como encontrar un garbanzo de a libra. Seguramente usó otras palabras, pero lo del garbanzo, estoy seguro que sà lo dijo, la tÃa Nena era extremadamente detallista en algunas frases y nunca las olvidaba. Tampoco olvidó que él mencionó que no tenÃa ninguna prisa ni ninguna necesidad de una relación en ese momento y que no la estaba buscando, también ahora es posible que tergiverse sus palabras y no cite correctamente, sin embargo, esa es la idea que la tÃa Nena tenÃa clara. Además la tÃa Nena compartÃa su nueva ilusión con una amiga que él tenÃa y a la que veÃa simultáneamente y de la cual ella nunca quiso darse el tiempo ni el espacio ni el derecho de preguntar nada.
El negro era el compañero que la escuchaba cantar y que la veÃa llorar, el negro y su cangrejo rojo de peluche fueron sus compañeros de todos los dÃas, ninguno de los tres necesitaba mediar palabra, entre ellos se comprendÃan. Nunca se abandonarÃan, habÃan pasado muchas cosas y siempre terminaban juntos.
Salio con él varias veces, pocas en realidad, una vez fueron a caminar largamente y la tÃa Nena para apaciguar su nerviosismo se tomó litro y medio de agua casi al hilo, claro que los efectos hicieron estragos en ella, que ensució sus pantalones, pero casi no se notó porque eran azul marino. Tuvo ganas de llorar por el ridÃculo, pero no percibió ninguna reprobación de parte de él, se echó en sus brazos por primera vez, sintiéndose mejor. Otro dÃa fueron a pasear al jardÃn de los coyotes, y lo mas hermoso fue llegar por la avenida Miramontes y pasar debajo de un arco de jacarandas y hacer caminar al negro sobre una alfombra morada. Ese dÃa las ratas que vieron en el parque eran grandes y gordas. La feria pasó por sus vidas solo con unas cuantas vueltas.
Ella fue quien lo besó por primera vez… -me sentÃa como conejo!-. Siempre nos hicieron reÃr los comentarios y comparaciones que la tÃa Nena hacÃa sobre sà misma; algunos eran dolorosos, pero ella siempre se reÃa. TenÃa ganas que él la acariciara tiernamente, pero como no sucedÃa, ella lo besó, fueron los mejores besos en largo tiempo.
El siempre le dijo las cosas que necesitaba saber, pero a ella no le gustaba oÃr. El era divorciado y lo más importante en sentimientos y tiempo serÃan sus hijos. Estaba enamorado de ellos y aún cuando deseara una compañera tenÃa claras sus prioridades. El tiempo serÃa breve, no habrÃa excepciones.
Cada vez que ella hablaba de otro coche o de vender ese que tenÃa, el negro dejaba de funcionar, no encendÃa. Ella lo consentÃa, besaba el volante, le hablaba muy tiernamente como si tratara de convencer a un niño de no hacer una travesura… finalmente el negro cedÃa.
Espero mucho al amor de su vida, cada dÃa que pasaba la espera era desesperante, sentÃa al tiempo como un elemento que erosionaba su ser y destruÃa poco a poco la ilusión de compartir cosas, no sabÃa exactamente qué, pero tenÃa una carga muy pesada en el pecho. Nunca quiso cargarla en otra parte, o dejarla un rato abandonada por ahÃ, siempre la llevó doliéndole justo debajo de la garganta. Era como un cáncer de sentimientos agolpados en lágrimas, en silencios, en desesperanza. Siempre se preguntó por qué tenÃa que hacer méritos para que la quisieran, por qué siempre tenÃan los demás que estar seguros de que podÃan confiar en ella, nunca sintió ser querida simplemente por ser quien era, tal vez nunca sintió confianza de sà misma, necesitaba reafirmarse a través de los demás. Los únicos instantes en que no le interesaba ser valiosa, era cuando daba clases, porque se entregaba a tal grado que no importaba el resto del mundo.
El tuvo el detalle de enviarle una foto donde estaba con sus hijos. Ella no se sorprendió al verlos, reconocÃa en ellos la energÃa juvenil y los rostros adolescentes y traviesos que veÃa todos los dÃas en el Tecnológico, podrÃan ser tres de sus alumnos, y por sus edades, también podrÃan ser sus hijos.
Las siguientes veces los besos no esperaron, las caricias se volvieron parte de la conversación, las manos entrelazadas la hacÃan sentir única, especial, agradecida, feliz, hasta deseada y bonita. Las miradas eran tibias aunque en momentos translúcidas y un poco vacÃas de los colores que ella querÃa, pero los sentimientos no estaban todavÃa en los labios de él, sino en el pecho de ella, debajo de la garganta.
El negro sintió el afecto de sus manos una noche antes, ella fue por shampoo y lo lavó, quedó perfectamente negro y brillante, parecÃa que el carro respondÃa con una cierta belleza a los cuidados que ella de prodigaba.
Al salir ese dÃa del Tecnológico volvió ese espantoso nerviosismo y ansiedad que frecuentemente la embargaba, una prisa extraña, un malestar con algo, con ella, con todo, con nada. A veces era tal su ensimismamiento que, cuando caÃa en la cuenta, no sabÃa como habÃa pasado las calles, como se habÃa incorporado a las avenidas.
El regalo que él le hizo la conmovió mucho, a ella le gustaba la poesÃa, pero en labios de él era diferente. SentÃa que las palabras y los ritmos tomaban un color calido y particular. Le gustaba besarlo, aunque a ella le hubiera gustado que él tuviera mas tiempo, no para estar fÃsicamente juntos, sino para sentirse viva. A veces se la pasaba pegada al teléfono, lo ponÃa cerca de su cama, y la vencÃa el sueño esperando escuchar el timbre o recibir un mensaje en el celular, pero fueron más las noches que espero y se durmió en silencio.
Esa mañana entró de Santa Fe a Constituyentes, venÃa escuchando la radio, los clásicos de Universal Estéreo. Por el retrovisor vio un trailer, venÃa bajando. El coche se aceleraba con la pendiente y por las curvas y la tÃa Nena se habÃa dado cuenta que si pasaba sobre algunas imperfecciones del pavimento el negro se salÃa de control.
El es un hombre especial, ella se dio cuenta que empezaba a sentirse muy cómoda con él, no es que antes no le agradara, quiero decir que la tÃa Nena era rara, se enamoraba rápido, pero se volvÃa a enamorar en el camino, una y otra vez del mismo hombre, le llegaban oleadas de amor, como ataques espasmódicos cada vez más intensos. HabÃa llegado el primer golpe fuerte y empezaba a tener miedo de sentir y perder, pero pobre tÃa Nena, ya habÃa perdido otras veces, se estaba acostumbrando a eso y ya casi lo esperaba. A veces parecÃa convencida de que el amor romántico no existÃa, se cansaba en el proceso de convencer a su pareja de que valÃa la pena quererla, en fin, la tÃa Nena tenÃa tantas cosas que dar pero nunca supo como ni a quien, ni en que medida. Solo sabÃa que le dolÃan las emociones, que le daban choques eléctricos debajo de la garganta cuando se sentÃa perdida, dándole lástima a la vida, en este mundo de granito, como bien le habÃa dicho uno de sus libros preferidos.
Le gustaba bajar por Constituyentes por el carril de la derecha, no muy rápido y ni un solo dÃa de los que bajo por ahÃ, dejó de leer la indicación de tránsito que decÃa, "circulación continua no se detenga". En la radio se escuchó una de sus canciones favoritas. Las primeras veces que la oyó, no entendÃa la historia, pero le gustaba. Una vez, sin darse cuenta le dio un sentido a la letra de la canción y se apasionó por ella, cada vez que la programaban en la estación, le subÃa de volumen al radio del coche para cantarla y que todo se llenara de esa triste emoción que la letra y la melodÃa le transmitÃan.
Goodbye To You My Trusted Friend
We´ve Known Each Other Since We
Were Nine Or Ten
Together We´ve Climbed Hills And Trees
Learned Of Love And Abc S
Skinned Our Hearts And
Skinned Our Knees …
La tÃa Nena pensó en nunca decirle a él que lo querÃa, siempre le dirÃa que lo amaba, pero sentÃa que si lo hacÃa ahora, a él le parecerÃa apresurado, no querÃa que creyera que mentÃa, que no lo sentÃa, no querÃa que le quitara el valor a sus palabras y deseos, no querÃa volverse a quedar vacÃa, deseaba que la magia no desapareciera nunca, él le parecÃa un hombre que necesitaba el amor en gotitas.
El trailer estaba detrás de ella. En esa parte de Constituyentes hay un paradero de camiones, a veces está despejado el camino, pero otras veces causan problemas de trafico. Ese dÃa era de los problemáticos. Ella tuvo que frenar porque quedó detrás de una serie de camiones que parecÃa que no se moverÃan nunca. El trailer también frenó, pero por la distancia a la que estaba y sobre todo a la velocidad que venÃa decidió pasarse al carril de junto para no estancarse con los otros camiones.
Lo que deseó durante muchos años de su vida, fue tener un compañero, una pareja, siempre dijo que no importaba si era poco el tiempo que durara esa relación, pero querÃa de manera precisa algunas cosas: QuerÃa sentirse querida, querÃa no sentir que la negaban o que no podÃa abiertamente demostrar su cariño, querÃa dormir con él, no quiero decir que querÃa tener sexo, me refiero al simple hecho de dormir con alguien, de estar en la noche con su pareja e ir a la cama juntos, abrazarlo, quedarse tibiamente perdida entre sus brazos o cerca del cuerpo de él. Soñaba con levantarse por las mañanas e imaginó muchas veces que mientras él se bañaba ella planchaba su toalla, para que estuviera calientita y suave para cuando él se envolviera en ella. Se inventaba menús para sorprenderlo y que resultara un placer comer juntos, planeaba visitas a museos, caminatas por las calles, idas a teatros o conciertos con él, anotaba en su libreta de pendientes imaginaria, todas las conversaciones y temas que le gustarÃa desarrollar en sus ratos libres, cuando estuvieran tirados en la arena o cuando caminaran por una arboleda, o al ver la lluvia desde una ventana, siempre tomados de la mano. Se imaginaba y se proponÃa hacer de su vida en pareja una novedad de tiempo en tiempo, porque querÃa terminar de envejecer al lado de ese compañero tan añorado, tomados de la mano siempre, yendo juntos a todos lados, siendo uno solo.
La tÃa Nena observó la maniobra del trailer, era demasiado grande e impidió el paso de otros carros, el espacio estaba abierto, el trailer aceleraba por la pendiene, ella se decidió y aceleró al modelo antiguo para incorporarse el segundo carril, sin embargo el negro nunca reaccionaba a la velocidad del pensamiento de la tÃa Nena. Por el retrovisor, vio como se encendÃan las luces del trailer, y simultáneamente, escuchó cómo le gritaban desde los camiones detenidos, una palabra que le molestaba mucho. Hundió el pie derecho en el acelerador, pero el negro siempre se tomaba su tiempo.
Un dÃa de pronto él le dijo que ya no querÃa verla, que era mejor que terminara todo. Ese dÃa si sonó el teléfono, aunque la conversación fue breve, de todos modos la tÃa Nena no pudo dormir como muchos otros dÃas, solo que la razón ahora era el desconcierto y la sorpresa. No hubo explicaciones y ella no las pidió, deseaba solamente que el tiempo se detuviera unos cuantos instantes para poder ver todo con calma.
Quedó poco que reconocer del negro, su volante le perforó el estómago y tal vez reventó los pulmones, rompió sus costillas, su cuerpo manchó y deformó el tablero, un fragmento del cristal del parabrisas cruzó su frente, parecÃa que el tiempo finalmente se habÃa detenido, el trailer no se detuvo. El negro quedó con dos llantas arriba, el silencio fue absoluto, solo se oÃa el patético y fuera de lugar sonido del claxon del negro, y unos segundos después, bajito, casi imperceptiblemente el susurro de una melodÃa
Goodbye my friend It s Hard To Die
When All The Birds Are Singing In
The Sky
Now That The Spring Is In The Air
With The Flowers Everywhere …